martes, 4 de marzo de 2008

Segundo debate


El segundo gran debate llegó... y pasó. Todos los medios de comunicación nos habían vendido la trascendencia de este segundo y último cara a cara, que debería determinar el voto de los indecisos. Zapatero iniciaba las intervenciones y a Rajoy le correspondía rematarlas. Durante los primeros quince o veinte minutos, tuve la sensación de que el Presidente se había colocado él mismo contra las cuerdas. El líder del PP tuvo el partido en sus manos durante un instante, pero perdonó. Pudo haber apuntillado al rival con una batería de promesas, propuestas e intenciones, pero prefirió retornar a su tema favorito: el terrorismo, y esta vez, no sé por qué inconcebible razón, lo vinculó machaconamente al 11-M y la Guerra de Iraq. Se lo puso a huevo a Zapatero, y en ese preciso instante el socialista se creció de un modo espectacular, asociando el éxito de su gestión a la obvia disminución de víctimas del terrorismo con respecto al anterior período, en el que 195 personas perdieron la vida simultáneamente en un solo sitio y en un solo día. Zapatero ganó nuevamente, pero dudo mucho que los indecisos se decidieran y los dubitativos despejasen sus dudas.