Rosa Aguilar era, probablemente, la representante más conocida de Izquierda Unida, tras la jubilación de Julio Anguita y el abandono de Gaspar Llamazares. Hasta ayer ejercía de alcaldesa de Córdoba, y se había jactado de que era el mayor honor al que podía aspirar en su vida política. Sin embargo, cuando el nuevo presidente de la Junta de Andalucía, el socialista José Antonio Griñán, le propuso convertirse en Consejera de Obras Públicas, la señora Aguilar no se lo pensó dos veces y se quitó la chaqueta que llevaba impresas las siglas “IU” para colocarse otra que decía “PSOE”, ya que, en sus propias palabras, “no podía estar al mismo tiempo en el gobierno y en la oposición”. Pensará Rosa que todo vale con tal de ayudar del mejor modo posible a sus paisanos, aunque lo cierto es que sus ya ex-compañeros de Izquierda Unida, comúnmente llamados “comunistas”, han pillado un berrinche ciertamente comprensible.
Ya he dicho más de una vez que mi grado de confianza en el actual Gobierno está bajo mínimos. Cosas como la del nuevo modelo de Financiación Autonómica me inducen a tal extremo. Fijáos, si no, en esa absurda precipitación con la que Zapatero quería cerrarlo durante un tórrido fin de semana de Julio. ¿Es realmente porque les importe que todas las Comunidades autónomas vean redistribuídos legítimamente sus ingresos y sus contribuciones a Hacienda? Por supuesto que no. Simplemente se trata de que, si no se les da más dinerito a determinados grupos cuasi separatistas, la soledad parlamentaria del PSOE le podría obligar incluso a convocar elecciones anticipadas. Al fin y al cabo, sólo éso importa: no perder el control, no ceder el poder. No, no me gusta nada cómo se están haciendo las cosas.
Los aviones están copando el interés informativo de la última semana de campaña para las Elecciones al Parlamento europeo. Primero, fueron las críticas del PP a los viajes de Zapatero a bordo de un Falcon de las Fueras Armadas, y, últimamente, el terrible accidente del AirBus francés que se ha hundido en aguas brasileñas. El caso es que se habla de todo menos de Europa, y no quiero ni pensar en el grado de abstención que va a producirse este domingo. Hoy votaban los holandeses, y, aunque los dirigentes europeístas les han pedido que no se revelen todavía los resultados, me temo que desde esta misma noche vamos a poder comprobar el tremendo desinterés de los europeos hacia ese Ente colectivo llamado Europa, que les obliga a utilizar una moneda única pero en ningún caso les inspira ningún tipo de conciencia o sentimiento aglutinador.
