lunes, 11 de mayo de 2009

No hay que vender la piel del oso amarillo antes de haberlo cazado

Anoche los seguidores del Barça nos llevamos un chasco considerable, un gran jarro de agua fría que apagó, momentáneamente, nuestro ardiente sentimiento culé. Pero, bien mirado, nos lo tenemos muy, pero que muy bien merecido. Ya a mitad de la primera parte, el público que abarrotaba el Camp Nou coreaba “Campeones, Campeones”, lo que implicaba que el partido en juego, frente al Villarreal, estaba ganado, ésto es, que el equipo visitante era una mera comparsa. Por mucho que nos jodiera encajar el gol del empate en el minuto 92, Llorente simplemente estaba cumpliendo con su misión y su trabajo de futbolista, al servicio de un club tan digno de consideración como el Barcelona. No, no se debió menospreciar así a un contrincante, y tan enorme falta de respeto fue justamente castigada. Aunque el castigo (no sólo el aplazamiento de los festejos al menos una semana más, sino, sobre todo, la lesión de Andrés Iniesta) fue excesivamente duro y ejemplarizante.

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