El poder corrompe, o, si no, al menos, desgasta. Algo de ésto ha podido comprobarlo en propia carne el nuevo Presidente de los Estados Unidos Barack Obama, que en 48 añitos de vida mantuvo su cabellera negra y juvenil y, tras apenas mes y medio de mandato ya peina algunas canas en las sienes. Que sí, que esta noticia, ampliamente aireada por los medios de comunicación estadounidenses, revela hasta qué punto es necesario magnificar los asuntos más nimios con tal de obtener titulares y portadas, pero no deja de ser cierto que convertirse en el Hombre Más Poderoso de la Tierra tiene innegables repercusiones (nocivas) en la salud del mandatario en cuestión.
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